
Cámara de videovigilancia en una ciudad
Es un hecho que estamos constantemente siendo observados por cientos de cámaras de vigilancia en los centros urbanos y en muchos espacios públicos y comerciales. La cámara de vigilancia parece haberse convertido en una verdadera plaga que, en las alturas y repisas, se alimenta de nuestra privacidad a costa de una supuesta “seguridad” ciudadana o la de organismos ajenos o públicos. En determinados casos - como por ejemplo, en Ciudad de México- el afán por el control social de la delincuencia ha llegado a generar un impresionante dispositivo que se acerca al “Big Brother” imaginado por George Orwell en su novela, 1984.
Lo cierto es que algunas de estas videograbaciones registradas en espacios públicos o privados (que en ocasiones suelen mostrar a ciudadanos desprevenidos en situaciones comprometidas e íntimas) de tarde en tarde salen de su supuesta privacidad o de los archivos de las empresas de seguridad y se cuelan en algunas redes sociales y especialmente en Youtube , donde pueden encontrarse sin dificultad muchas de estas grabaciones, vulnerando el derecho de la ciudadanía a su intimidad más personal. Esto crea un debate social sobre los límites de la seguridad , los límites de la privacidad y la necesidad de un mayor control ciudadano sobre los usos y abusos de las cámaras de videovigilancia y el manejo y gestión de datos en manos de empresas de seguridad privadas.
Para hacernos reflexionar sobre ello, un artista audiovisual holandés recurrió con “PanóptICONS a la metáfora de las aves-rapiña de la ciudad (palomas, gaviotas, cuervos, etc.) con cámaras en lugar de cabezas – que se colocaron en todo el centro de la ciudad de Utrecht, donde se alimentan simbólica y “audiovisualmente” – de nuestra presencia. Además, se muestra un pájaro-cámara en una jaula para mostrar metafóricamente ese proceso de alimentación y para hacer entender que la violación cotidiana de nuestra intimidad sea más personal y tangible. En fin, que nos da que pensar y nos hace cuestionar el mundo en que vivimos y sus muchas contradicciones en aras de la “seguridad”.
¿Debemos tolerar que en aras de nuestra seguridad -o la ajena- ser permanentemente observados y grabados en cualquier sitio y lugar sin nuestro consentimiento y/o conocimiento?
El debate está abierto en nuestra despensa a quien quiera participar o comentar.